martes, 21 de abril de 2015

Ícaro


Un hombre llamado Dédalo y un hijo suyo, Ícaro, llevaban mucho tiempo en una isla sin poder salir. Pasaban los días mirando al mar que los separaba de su patria. Una tarde Dédalo se quedó mirando fijamente al cielo, donde un águila subía cada vez más alto volando.

Dédalo gritó:
- ¡Ya sé cómo vamos a salir de aquí!
Y se puso a construir unas alas muy grandes con cera y plumas.
Cuando tuvo las alas terminadas, se las ató a Ícaro a la espalda. Luego Ícaro le colocó a su padre las suyas.
Antes de partir, Dédalo advirtió a su hijo: -Ten cuidado, hijo mío, no subas muy alto-
Pensaba que, si se acercaba mucho al Sol, la cera de las alas se iba a derretir y caería al mar. Ícaro comenzó a mover las alas con sus brazos, como hacía su padre, pero pronto se separó de él... Cuanto más subía, más contento estaba. Hasta que se olvidó que iba a su patria y del consejo de su padre. ¡Era tan hermoso el Sol! Podría subir mucho más y verlo de cerca...

Volando junto al mar, Dédalo miraba al cielo. Ya no veía a su hijo. Un rato después vio a lo lejos, sobre el agua, las alas de cera y plumas. Ícaro había caído al mar.>

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